lunes, 23 de agosto de 2010

Con los niños en el huerto

Y cada día lo visitamos con alegría, el espacio preparado primero en nuestros corazones, después con nuestro esfuerzo y cada día transformado por la mano de Dios. Abrimos la puerta de madera vieja y llegamos a un pequeño paraíso... a llenarnos de maravilla, cerquita de Él.



¿No era éste el lugar mas anegado del jardín, un espacio imposible de trabajar? Era un espacio lleno de hierba, que crecía en el descuido, que no daba fruto... Hoy es un lugar nuevo. Nosotros hemos puesto nuestro esfuerzo, El ha hecho lo demás.

Aquel que trabaja mientras ora, eleva su corazón a Dios con sus manos.


San Bernardo de Clarivaux 



Y los niños corren a recoger los frutos cada día y compartimos felices la maravilla que nos rodea.

¿Ya vieron el nuevo melón?, ¡esta tan chiquito!

¿Pero cómo pueden crecer tanto los pepinos en un día?

 ¡Mira mami, las fresas están listas! ¡Mmmmm están bien dulces! 






Y somos juntos testigos de Su poder que transforma nuestro pequeño esfuerzo en algo grande. De su amor que da vida.

"El reino de Dios se parece a quien esparce semilla en la tierra. Sin que éste sepa cómo, y ya sea que duerma o esté despierto, día y noche brota y crece la semilla. La tierra da fruto por sí sola; primero el tallo, luego la espiga, y después el grano lleno en la espiga."

Marcos 4: 26-28



Unidos en Sus manos,

Silvia
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