miércoles, 18 de agosto de 2010

Como un niño en el pecho de su madre

Estampada en nuestra propia naturaleza encontramos la grandeza de Dios...

Amor y unión.
¡Chita mami, chita! Es la palabra de mi chiquito para pedir lechita... Una sonrisa hermosa, unos dientitos preciosos, ojitos cerrados apretados en una carita feliz, un bailecito en un cuerpecito que anticipa el gozo, la paz de estar en el pecho de su madre.

Tu me sacaste del vientre materno,
Tu me hiciste reposar confiado en ti
desde que estaba en los pechos de mi madre.

Fui entregado a ti en el momento de nacer;
desde el vientre materno tu has sido mi Dios.

Salmo 22:10-11


Maravilloso poder, aquí a mi alcance.
Tantos estudios médicos que reportan los beneficios de una lactancia prolongada: la protección contra enfermedades, menos alergias, mejor salud mental y psicológica...Tengo TANTO que darle de mi.


Maravillosos regalos de Dios.
Con los primeros dos niños nos sentíamos agotados, desesperados a veces por lo difícil que era ponerlos a dormir una siesta o dormirlos por las noches. En libros y artículos encontramos consejos, técnicas y hasta teorías de "especialistas" en sueño... cuando todo es TAN, TAN SENCILLO en el gran plan de Dios. Este bebe mío, el tercero, nunca ha sido arrullado; en dos años y medio nunca ha sido paseado o mecido... en el pecho de su madre descansa completamente saciado, en tranquilidad completa deja venir al sueño. El y yo en paz.

Y mi llamado de estar a su lado en esos momentos, me obliga a encontrar el silencio. ¡Cuánto he aprendido en esas horas dando pecho! El Señor en su infinita sabiduría me ha acercado a Él en estos momentos. La lactancia es un tiempo obligado de parar por completo, de detenerse a realmente ver, escuchar y encontrar estampada en nuestra propia naturaleza la grandeza de Dios.

¿Que regalo mas grande puedo darle?





Unidos en Sus manos,

Silvia
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