miércoles, 11 de noviembre de 2009

Catalinas, Catarinas, Mariquitas... muy cerquita del corazón.

Mi segundo nombre es Catalina. En México hay muchos nombres para la especie Coccinella septempunctata: Catalina, catarina o mariquita, pero mi familia siempre se refirió a ellas como catalinas. Desde que me dí cuenta de que estos bichitos llevaban mi nombre me sentí especialmente unida a ellos. En mi juventud (si, ya estoy viejona...) coleccioné todo lo que encontraba con la representación de una catalina. Era, y sigue siendo mi símbolo personal entre mi madre y yo. Mamá me decía que yo era su Catalinita de puntitos :D

Hace apenas unos días tuvimos uno de los últimos días calurosos de la temporada. Mientras disfrutábamos de una tarde en el jardín, Sean vino a compartirme su descubrimiento: Una catalina en la pared de la cochera. Fui a observarla con él y para mi gran asombro había muchas más distribuidas por toda esa pared. Las contamos: mas de treinta. Caminamos al rededor de la casa y descubrimos muchas más en la pared del lado Este. Tete (mi pequeña entomologuita) se acercó fascinada y Juan Pablo observó cautelosamente primero a los atractivos visitantes. Era uno de esos maravillosos momentos de "primera vez" para Juan Pablo.





Después de unos minutos pidió que le pusieran una en su manita gordita. Con un cuidado asombroso detenía su propia manita con su otra mano para admirar su tesoro. Buscó un sitio seguro, se sentó y observó fascinado al precioso bichito. Estuvo por largo tiempo sin moverse, después con palabritas preciosas de bebé me compartía sus observaciones y su inmenso gozo. No recuerdo otro momento como éste en el que haya yo podido tomarle tantas fotos sin que él se moviera ni una pizca.






Mientras tanto, llegaban mas catalinas a nuestras paredes Este y Sur de la casa. Se paraban en nuestra ropa y chocaban con mis lentes.

Les platiqué a los niños que recordaba haber leído que de pronto sucede en algunas casas que estos bichitos deciden hibernar en el ático o en algún huequito de la casa. Hay gente que las encuentra por toda la casa, como una invasión de estos bichitos al comenzar el invierno. La mañana siguiente encontramos muchas en nuestro cuarto de estudios en el segundo piso. Las sacamos de vuelta al jardín pues no estaban seguras en el piso alfombrado y soñamos con verlas de nuevo en primavera, admirando de nuevo sus amarillos huevos, las espinosas larvitas, las cascaritas de las crisálidas y las hambrientas catalinas adultas dándose un festín de pulgones.


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