Toco la puerta y me abre con una sonrisa, me da un abrazo fuerte y sabemos nuestro cariño. Hay más en nosotras que nosotras mismas. Aunque nos vimos apenas el día anterior, tenemos tanto que compartir. En esas horas lejos hemos vivido, pensado y sentido por separado y buscamos la unión, la cercanía.
Me comparte con gozo una sorpresa, pues sabe bien lo que me alegra.
Me recuerda durante el día y hace suyas mis alegrías y preocupaciones.
Dios nos quiso unidas. Sin querer ni sospechar viviendo nuestra diaria rutina, nos encontramos de pronto aprendiendo juntas, trabajando juntas, sirviendo juntas, compartiendo Su mensaje.
Nos ofrece un par de binoculares para ver la belleza más de cerca, para alegrarnos juntas de los pequeños detalles; detalles que fácilmente podemos pasar desapercibidos.
Manitas de bebé los reclaman, "¡Yo mami, yo quiero ver, yo quiero ver!"
Y vemos juntas a través de sus ojos que nos dan un lente potente, nuevo, maravilloso.
Una tarde más, niños felices, incansables, llenos de vida. Un atardecer más de verano, igual a tantos otros, pero hoy estamos sumergidas en el... una tarde en la memoria vivida en Él.
¡Mamá, sí puedo ver, sí puedo ver!... lo común tomando nuevo significado, nuestra amistad floreciendo... Sus grandes planes, en lo ordinario.
Unidos en Sus manos,
Silvia