jueves, 31 de diciembre de 2009

Navidad en un establo... en espera del Año Nuevo

Este escrito de Ann Voskamp me ha tocado el corazón y no he podido esperar para traducirlo pronto y compartirlo con ustedes. Que Dios nuestro Señor encuentre un lugarcito en nuestro pobre e imperfecto interior para crecer en este año que comienza. Ipe, con cariño...


Porque al pasar la Navidad en un establo
se transforma radicalmente el Año Nuevo

Publicado por Ann Voskamp en aholyexperience.com
Traducido por Silvia Amador





Pareciera un lugar poco probable, pero extrañamente acertado para pasar las últimas horas de la Navidad.

Mientras el planeta resplandece con el brillo de los árboles de Navidad rodeados de platos rebosantes de pasteles, pilas de amor recién desenvuelto y familias perfectamente imperfectas, nuestra noche de Navidad nos ha traído muy lejos de todo esto. Lejos a un establo.
Las marranas hacen gruñidos, los cerditos buscan y se prenden de las ubres llenas de leche tibia, la nieve cae silenciosamente afuera en la oscuridad. Se supone que debo estar alimentando a los cerdos maíz machacado y frijoles de soya, pero los sonidos me hipnotizan y me detienen: ¿Serían estos los primeros sonidos que vibraron en Sus tímpanos?
¿De las majestuosas y grandiosas melodías de coros celestiales a esto, gruñidos de animales, golpeteo de tinas de comida?
Y los olores: ¿Del incienso que se eleva a las alturas celestiales, a este aire flotando denso con filas de estiércol, polvo denso e irritante?
Quiero decir, El es Dios. El pudo haber escogido cualquier lugar para nacer. Difícil de comprender: Dios dejo kayros y entro a chronos a través y por medio de un establo. No a altos domos y pisos de mármol, sino a un establo lleno de telarañas y estiércol, donde la mayoría de la gente decente no se atrevería a meter un pie sin primero cambiarse de ropa o sin primero cubrirse su sentido del olfato agredido.
Pero que incomprensible alivio, Dios no es antiséptico, evitando cuidadosamente la suciedad, la mugre, la pestilencia. De todos los lugares majestuosos de este mundo, El intencionalmente, decidió vestirse como un bebé desnudo y nacer su virgen piel sobre una cama hecha para animales.
Dios eligió a un establo como su punto de entrada.
Un lugar donde nosotros dudaríamos de caminar con un bebe en brazos, mucho menos dar a luz a un vulnerable recién nacido, el Verbo hecho carne.
Es gracioso como las luces que celebran el nacimiento del Niño Jesús, Dios con nosotros, aún iluminan esta tierra cuando comenzamos a prepararnos para el Año Nuevo, una nueva esperanza. Un nuevo nosotros.
Estando aquí parada alimentando a los cerdos, todo me parece tan claro: El Año Nuevo nos trae esperanza precisamente porque Navidad sucedió en medio del estiércol.




¿Y qué de todas esas visiones de un año nuevo de excelencia, sueños de logros y búsqueda de perfección? Todos ellos probaran ser estériles “pues el esfuerzo humano no logra nada” (Jn 6:63).
En medio de los gritos de cerditos, puedo escuchar al bebé del pesebre, “Sin mí, no puedes hacer nada” (Jn 15:5).
Cada año, cuando arrancamos la última página del calendario y comenzamos con una página en blanco, El Bebe del establo, es aún nuevo, esperando crecer en nosotros. El elige nuestros lugares sucios, nuestros lugares que apestan, aquellos que nos avergüenzan, como su puerta de entrada.
Me alegro de que El no desprecia los establos de mi vida: las actitudes desagradables, mis maneras animales, mis sucios pecados que trato de limpiar tallando- sin mucho éxito. El conoce íntimamente la falsedad de mi vida, la pestilencia que trato de enmascarar.
El Niño Dios entra en nuestras vidas, elige lugares donde las moscas vuelan sobre desperdicios y estiércol.
Sin el Bebe que nació en un establo, que no dudó en encontrarme en el desorden podrido de mis pecados diarios, el Nuevo Año seria simplemente una repetición del anterior. El bebe envuelto me dice “Alégrate, que todo lo hago nuevo” (Ap 21:5)




Tomo la mano de mi esposo y salimos del establo al frío de la noche de Navidad, hacia el Año Nuevo. El cielo oscuro profundo parece cálido, cerca, clavado allá arriba con estrellas brillantes. Es la noche de Navidad y el mundo parece silenciado, incluso nuestros niños, caminando en pares, hablan en susurros a través del halo brillante de la luz del establo.
Volteo a mirar el huerto durmiente, un cobertor blanco invernal a los pies de árboles jóvenes. El Año Nuevo por nacer trae la esperanza de buenos frutos gracias a Aquello que ha nacido en la suciedad del establo.
En las vísperas del año Nuevo, puedo sentirlo: La emoción de una transformación radical, la posibilidad de un cambio real.
Mi Nuevo Año tal vez olerá aun a establo Navideño. Es exactamente eso lo que anhelo.

Padre, Te agradecemos por la esperanza del Año Nuevo, por el Niño Dios en el establo. Crece en mis lugares desagradables, Niñito Hermoso.


Todas las fotos y el escrito original por Ann Voskamp en ahollyexperience.com
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