Desde que el bebito sale de nuestro vientre, somos testigos de tantos acontecimientos que nuestro nene realiza por primera vez: respira por primera vez, toma lechita por primera vez, sonríe dormido por primera vez. ¡Y como quisieramos detener el tiempo! Poder retener a ese cuerpecito suavesito y calientito tan cerquita de nosotros, así de maravilloso, así de chiquito. La fascinación que como madre sientes con su belleza es tan grande que el presente te envuelve y aunque sigues queriendo permanecer en ese presente, al día siguiente ya es pasado. Aunque con todo tu ser deseabas mantener esa carita, esas manitas, esos piesitos en tu memoria, los olvidas, olvidas precisamente lo que más deseabas retener pues sigues fascinada en el presente. El hoy sigue siendo maravilloso, tan, tan hermoso que duele.
Absorto, tocando el musgo por primera vez.
Perseverante, pintando rayitas por primera vez.
¡Gozando, caminando por primera vez!... apenas hace dos noches.
No debo olvidar jamás que Dios me muestra sus milagros todos los días...es un honor, un gran privilegio.
