Cuando Tete tenía 3 años y Sean apenas 1 nos cambiamos de ciudad. Tete hasta entonces había estado yendo a una escuela Montessori y habíamos tenido una buena experiencia. Apenas teníamos unos 5 ó 6 meses de haber recibido a nuestro segundo bebe, esta vez por medio de adopción, y yo por fin había tomado la feliz decisión de quedarme en la casa y dejar de trabajar. En esta nueva ciudad no había escuelas Montessori, pero pronto tuve la fortuna de conocer una mamá apasionada con el método Montessori, igual que yo. Juntas nos organizamos para enseñar a nuestros pequeños nenes en la casa sin pensar en el término "homeschool", simplemente lo hicimos a falta de una mejor opción. Unos meses después abrieron una escuela Montessori en la ciudad. Felices fuimos las primeras en inscribir a los niños y todo el primer año fue muy bueno, habiendo pocos alumnos y muchas ganas de la maestra. El segundo año no fué tan bueno. Había varios niños problemáticos, la maestra no tenía control de la situación y el ambiente de "paz y concentración" típico de Montessori desapareció. Todo esto estaba aunado al hecho de que Sean (entonces de 2 años) había empezado a asistir y estaba sufriendo mucho al estar separado de mí.
Resueltos ya de la necesidad de un cambio, busqué otras opciones. Entonces yo estaba trabajando en la mejor escuela privada del área así que fui a observar en los salones donde mis niños estarían en caso de ir a esta escuela. Era una escuela linda, las maestras eran lindas, pero habiendo conocido yo toda mi vida la experiencia Montessori y habiendo visto a Tete disfrutar de este método, no la pude imaginar sentada en un banquito la mayor parte del día, viendo a otros niños ignorar a la maestra; en pocas palabras, perdiendo la alegría y las ganas de aprender. De Sean no me cabía duda que lo que necesitaba era estar conmigo, pero no teníamos mas opciones.
En muchas ocasiones mi amiga me había comentado de familias que ella conocía que hacían escuela en casa. Ésta era una idea tan diferente, tan extraña para mi, que recuerdo (con mucha verguenza) haberle dicho siempre que no, que eso era para familias enormes que no podían pagar una escuela buena, que los niños necesitaban estar con otros niños de su edad, que a fin de cuentas los niños les hacen mas caso a los maestros que a los papás... Esos meses fueron difíciles y nunca imaginé que la idea de hacer homeschooling fuera la respuesta. Dios nos iba pacientemente preparando...
Resueltos ya de la necesidad de un cambio, busqué otras opciones. Entonces yo estaba trabajando en la mejor escuela privada del área así que fui a observar en los salones donde mis niños estarían en caso de ir a esta escuela. Era una escuela linda, las maestras eran lindas, pero habiendo conocido yo toda mi vida la experiencia Montessori y habiendo visto a Tete disfrutar de este método, no la pude imaginar sentada en un banquito la mayor parte del día, viendo a otros niños ignorar a la maestra; en pocas palabras, perdiendo la alegría y las ganas de aprender. De Sean no me cabía duda que lo que necesitaba era estar conmigo, pero no teníamos mas opciones.
En muchas ocasiones mi amiga me había comentado de familias que ella conocía que hacían escuela en casa. Ésta era una idea tan diferente, tan extraña para mi, que recuerdo (con mucha verguenza) haberle dicho siempre que no, que eso era para familias enormes que no podían pagar una escuela buena, que los niños necesitaban estar con otros niños de su edad, que a fin de cuentas los niños les hacen mas caso a los maestros que a los papás... Esos meses fueron difíciles y nunca imaginé que la idea de hacer homeschooling fuera la respuesta. Dios nos iba pacientemente preparando...
En un convivio de la Iglesia recuerdo que estábamos mi esposo y yo con los niños viendo donde sentarnos para comer. De pronto un papá anunció que su familia había preparado una representación para los niños relacionada con la celebración de ese día (típica mi mala memoria, no recuerdo qué celebrábamos), y lo que sucedió, es que quedé fascinada al ver al papá actuando de narrador, a la mamá ayudando a sus chiquitos y todos los hijos (5) de entre 5 y 16 años participaban felices y sin pena en esa representación para la comunidad. Pueden imaginarme en ese momento como lo hacen en las películas: Todo se pone oscuro y de las nubes sale un rayo de luz directo hacia mí mientras se oye un coro cantando de fondo, o mejor aún, pudieran imaginarme que me caía un rayo. Lo cierto es que el Señor respondió mis súplicas y sin saber cómo ni cuando me encontré con las ganas desesperadas de preguntarle a la mamá como era que ella enseñaba a sus hijos en casa. Y así empezó nuestra aventura, a falta de una mejor opción, la posibilidad de enseñarlos en casa se transformó en el tesoro jamás imaginado.
¿Por qué será que en México esto es inaudito? Esta es una de las principales motivaciones de este blog, compartir este gran tesoro del que tantos no han escuchado. ¿Sabían que en México pueden educar a sus hijos en casa?
Definitivamente no pienso que ésta sea la única o la mejor manera de educar a los hijos. Cada familia en sus propias circunstancias es única y lo que es mejor para una, no lo es para otra. Pero mi gozo es el compartir, en medio de las dificultades que implica, el gran regalo de vivir día a día con tus hijos, de poder ver su carita al comprender cosas nuevas y redescubrir este maravilloso mundo a través de sus ojos.
Hace apenas unos meses nos cambiamos de nuevo a otra ciudad. Aquí hay muchas y muy buenas escuelas pero ya no podemos imaginar dejar ir este tesoro. El enseñarlos en casa ha cambiado nuestra visión de la vida, nuestras prioridades y nuestra misión.
Los padres educamos a nuestros hijos desde el momento en que salen de nuestro vientre. Aprenden a caminar, a hablar y a descubrir el mundo con nuestra ayuda; el enseñarlos en casa es simplemente continuar lo que ya hemos estado haciendo sin mucho pensar. Dios nos da la gracia para poder ser los mejores maestros para nuestros hijos.