jueves, 2 de septiembre de 2010

Como niños en el día de su Primera Comunión

Ví a mi niña feliz, emocionada, expectante en ese gran día: el primero en el que recibió a Dios vivo. Este misterio de la unión física y espiritual de Dios con el hombre, el sacramento de la Eucaristía.




¡Mami, estoy tan feliz! Quisiera que este día nunca se acabara... ¡Yo creo que éste es el día más especial de mi vida!

¡Y El nos ofrece un día como estos cada día! En esta consumación del amor de Cristo con su Iglesia, repitiendo su entrega completa por nosotros "todos los días hasta el fin del mundo" (Mateo 18, 20).



"Cristo se convirtió en el Pan de Vida porque comprendió la necesidad, el hambre que teníamos de Dios. Y nosotros debemos comer este Pan y la bondad de su amor para poder compartirlo. La eucaristía es el signo más tangible del amor de Dios por el hombre, ya que renueva permanentemente su sacrificio por amor a nosotros. Y es la Misa, nuestra oración diaria, el lugar donde nos ofrecemos con y por Cristo para ser distribuidos entre los más pobres de los pobres. La eucaristía es el misterio de nuestra unión profunda con Cristo."


Beata Madre Teresa de Calcuta

¿Pero soy consciente de este gran amor, cada vez que lo recibo en la comunión? ¿Estoy siendo un verdadero ejemplo de adoración a mi Señor para mis hijos?

¡Tiemble el hombre entero,
que se estremezca el mundo entero, y que el cielo exulte,
cuando sobre el altar, en las manos del sacerdote,
está Cristo, el Hijo del Dios vivo (Jn 11,27)!
¡Oh admirable grandeza y asombrosa condescendencia!
¡Oh humildad sublime! ¡Oh sublimidad humilde,
pues el Señor del universo, Dios e Hijo de Dios, de tal manera se humilla,
que por nuestra salvación se esconde bajo una pequeña forma de pan!
Ved, hermanos, la humildad de Dios y derramad ante él vuestros corazones (Sal 61,9);
humillaos también vosotros para que seáis ensalzados por él.
Por consiguiente, nada de vosotros retengáis para vosotros,
a fin de que os reciba todo enteros el que se os ofrece todo entero.

San Fracisco de Asis 
Carta a toda la Orden 

Ayúdame Señor a encontrarte Vivo en la Eucaristía, a arder en mi interior ante la grandeza de tu regalo a sentir mi pequeñez y entregarme por completo a tu amor.

Que cada día que te reciba sienta el gozo de mi niña en el día de su Primera Comunión.





Unidos en Sus manos,

Silvia
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