lunes, 26 de julio de 2010

Lo que une a dos que se aman

Mejores amigos desde los 17, pruebas y dificultades superadas, dos anillos, más vida juntos que no, 3 vidas fruto de nuestra unión... ¿Por qué tan seguido todo esto no es suficiente? ¿cómo es que olvidamos tener presente Lo que verdaderamente nos une? Tenerlo presente todo el tiempo, en cada accion, en cada palabra...

Yo y mis planes, mi esfuerzo, mi cansancio, mis sentimientos... mi, mi. Estoy haciendo cosas para ellos sin parar, ¿que no se da cuenta?, ¿por qué no lo aprecia? Pero es tan claro lo que digo y lo que pienso, ¿por qué no me entiende? Él está haciendo lo que quiere no lo que yo quiero que haga en este momento...yo, yo... ¿que voy a hacer yo si seguimos así?... mi egoísmo y mi orgullo.

Y entonces, hablo sin pensar: palabras crueles, hirientes, sin amor...

De inmediato se alzan las barreras, nos protegemos el corazón herido, más por mi propio veneno que por sus faltas... y lo que nos unía ¿a donde se ha ido?

Tiempo, espacio, silencio... súplica: Ayúdame Señor, solo yo soy culpable de mis palabras, de mi actitud, de mi espada levantada... Perdóname Señor, pon Tus palabras en mi boca, hazme humilde... solo en Tí somos uno.

Lo encuentro afuera, haciendo lo que yo quería que hiciera... Toco su brazo: "Perdóname, estaba pensando solo en mí"... - "y tú a mí"...

La vida sigue, los niños nos llaman, hay cosas que tenemos que hacer, que reclaman nuestra atención. De pronto tiempo después nos encontramos solos, mi mente ha volado a otros asuntos, pero él me dice: "Ven conmigo", toma mi mano y me jala hacia su pecho. Siento su calor (tan conocido, tan mío) y lo abrazo fuerte. Años de nuestra unión nos llenan en un torrente: somos uno en un abrazo y no queremos dejar ir.  ¡Gracias Señor! Lo amo tanto. Y nuestro amor estaba aquí adentro luchando por salir. Lo escondemos y encerramos con paredes y candados, con supuestos deberes y resposabilidades. Su gracia nos da el valor de abrir la puerta, de exponer nuestro corazón a la verdad del otro. No queremos salir heridos y nos perdemos de la gloria de un amor completo dando la vida entera: yo en tí y tu en mí; en Él.



Unidos en Sus manos,

Silvia
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